¿Cómo es la vida después del COVID-19?

Enfermar de COVID-19 es algo que muchos hemos pasado previamente y que seguramente muchos pasarán en el futuro; como bien dicen debemos acostumbrarnos a esta enfermedad que, de momento, es casi incapacitante, al menos en el sentido social.

Previamente comenté lo que fue mi experiencia sufriendo COVID-19 y las consecuencias emocionales que el aislamiento, la incertidumbre y los malestares me provocaron, así como la gran pérdida familiar que tuve consecuencia de esa enfermedad, pérdida que afectará por siempre en la dinámica familiar y personal. Me gustaría decirte que ahí acaba el COVID-19 pero lamentablemente no es así, el COVID-19 persiste por más tiempo, tanto a nivel FÍSICO como EMOCIONAL, y aquí te platicaré algunas de las cosas que he descubierto y experimentado.

Una cosa es segura y es que, al menos hoy, los médicos y los científicos no tienen IDEA de lo que realmente pasa con el COVID-19, desconocen la eficacia de los anticuerpos, el período de inmunidad o incluso el verdadero efecto a largo plazo de la enfermedad. No los culpo, apenas llevamos un año así que nadie sabe realmente cómo el COVID-19 nos podrá afectar a largo plazo, sin embargo hoy, a dos meses de mi recuperación FÍSICA, sigo experimentando diversos malestares.

A nivel FÍSICO el COVID-19 no se ha ido del todo, es más, he tenido días que me he sentido PEOR que durante las semanas de aislamiento por la enfermedad; cierto es que, al menos en mi caso, ni siquiera en mi peor momento el COVID-19 fue el peor malestar que he sentido en mi vida, sin embargo sí me he sentido suficientemente MAL como para no tener deseos de nada.

Lo primero que he sentido es un leve o levísimo dolor de piernas y de la parte baja de la espalda, en la base de la columna vertebral, dicho dolor también fue uno de mis primeros SÍNTOMAS previos al COVID-19, lo que tiene consecuencias EMOCIONALES de las que hablaré más adelante.

Dicho dolorcito no es fuerte pero es incómodo y mayormente preocupante, es un dolor que no se va y que impide libremente el disfrute de las actividades básicas.

Tal sensación viene acompañada de un tipo de cansancio muscular, es como si hubiera caminado un rato o hubiera estado de pie durante un tiempo prolongado, y como siempre, estar cansado implica una falta de deseo de HACER cosas. Si has seguido otros de mis artículos verás que el HACER es clave para aproximarnos a LA META que ES SER FELIZ, pues quien no HACE, no LOGRA. La sensación de cansancio que te puede impedir HACER colabora en tu contra para sumirte en un estado de INFELICIDAD generalizada.

Y es que cosas que normalmente quisieras HACER no tienes energía para HACERLAS pues sientes este CANSANCIO. Incluso es posible que aun HACIENDO las cosas que DESEAS HACER no estés completamente enfocado/a en dichas actividades, lo cual converge con el sentimiento de INFELICIDAD, una sensación de que: “Nada te llena”.

Los problemas respiratorios también son una constante en las secuelas del COVID-19; varias personas que nos hemos recuperado de esta enfermedad experimentamos diferentes grados de falta de oxigenación. He sentido y me han reportado hasta el momento cansancios súbitos, como si de la nada llegase una sensación de fatiga inesperada; me han comentado agotamiento simplemente al caminar e incluso incapacidad para hacer ejercicio.

En mi caso continuo caminando como normalmente lo hacía pero sí siento una pequeña disminución en mi rendimiento al hacer actividades; no he podido aún hacer ejercicio a causa de seguir las medidas de prevención así que falta ver de qué forma me ha afectado el COVID-19 a mi resistencia en actividades más intensivas.

Yo previamente era asmático así que ya tenía cierto daño pulmonar; actualmente me dan sensaciones de apnea, o sea como si se me olvidara respirar, me siento agitado, como si estuviera a las prisas. Mi oxigenación aparentemente se encuentra bien, en 97%m sin embargo esa sensación sigue presente, en especial al hablar.

Un síntoma que aparentemente no es muy común y que yo he experimentado es una sensación de inflamación en manos y pies. Las manos se sienten más grandes, como con dificultad para cerrarlas, asimismo he notado cierto cambio en la coloración de los nudillos, irritación y mucha resequedad que deriva en pequeñas cortadas que molestan, en especial al usar gel anti-bacterial.

Cierto que la temperatura fría de la temporada, el exceso de lavado de manos y el uso de geles hechos en casa pudieran ser la causa.

En los pies, además de inflamación, siento irritación y dolor en el tendón de Aquiles, justo donde el zapato raspa con la piel. He tenido que usar pomadas para disminuirla y resulta incómoda al caminar.

Ambas sensaciones van y vienen, cuando parece que me mejoro de una aparece la otra y así ha estado en los últimos dos meses.

Siento un leve temblor en mis manos, al mantenerlas suspendidas en el aire puedo sentir movimientos involuntarios pequeños.

Además he escuchado de cambios en la menstruación, dolores diversos, incluidos los dolores de cabeza, escurrimiento nasal, entre otros.

Además he percibido dificultad para concentrarme, olvidos diversos y aleatorios; no pienso que mi capacidad intelectual se haya disminuido pero es como si detalles insignificantes los pasara por alto. Pasan días hasta que me acuerdo recoger algo tirado o en devolver una llamada no respondida. Lo mismo he notado con otras personas recuperadas de COVID-19, una sensación como de “no estar ahí”, no del todo.

Lo anterior tiene claros efectos emocionales, y es que, como pudiste leer, el COVID-19 no se va del todo, deja varios síntomas persistentes que me han acompañado dos meses y que nadie sabe por cuánto tiempo se presentarán, quizá incluso sea por toda la vida, y eso afecta al estado emocional.

Es claro que los sobrevivientes de COVID-19 quedamos emocionalmente dañados, existe una paranoia por volverse a enfermar, miedo a volver a estar expuestos, y como los síntomas persistentes del COVID-19 son los mismos que los de la enfermedad, existe una constante sensación de haber vuelto a enfermar.

Ello a algunos nos limita en HACER, como lo comenté antes, actividades placenteras; más allá de las actividades que se nos han negado por cuestiones gubernamentales, como reuniones masivas, conciertos, eventos; otras más personales se ven afectadas.

Si bien los cines están abiertos, muchos no queremos arriesgarnos a enfermar nuevamente de COVID-19, por ello NO vamos al cine, perdiendo con ello un pequeño elemento de placer que antes daba sentido a ciertos días.

Ir a restaurantes, pasear libremente por las calles, ir a un centro comercial sólo a pasar el tiempo, son actividades que daban PLACER a nuestros días y que ahora no PODEMOS realizar. Ello lleva a incrementar la sensación de INFELICIDAD que se agranda con los síntomas ya mencionados.

Tengo una constante nostalgia por los tiempos pasados, un gran DESEO de volver a HACER lo que antes HACÍA; de ver a mis amigos como solía hacerlo. Anteriormente en mi caso los sábados eran días especiales, días que permitían risas, diversión; ahora son días como los anteriores y añoro lo que se ha dejado de hacer.

Así podemos verlo en todos los aspectos de nuestras vidas. Como comenté en mi artículo anterior, el COVID-19 mata pequeños detalles de tu vida que dan PLACER, que dan SENTIDO; y eso afecta a todo nuestro esquema e identidad y nos impide acercarnos a la FELICIDAD.

Así es el vivir después del COVID-19, una constante añoranza, un miedo que no se va. Sólo queda recordar los buenos tiempos y conservar la esperanza de que volverán, de que volveremos a estar juntos, a VIVIR la VIDA; que volveremos a SENTIRNOS BIEN. Las vacunas ya están en circulación y sólo es de esperar que ellas efectivamente disminuyan la circulación del COVID-19 y así podamos volver a ser medianamente parecidos a lo que éramos antes.

Así que vacúnate, no sólo por ti sino por todos; la vacunación contra el COVID-19 disminuirá los contagios y abrirán las puertas (literalmente) al RETORNO A LA NORMALIDAD; ello nos pondrá un paso más cerca de LA META que ES SER FELIZ.